Corren malos tiempos para el poder,
y así les va a las instituciones,
acosadas por casos de corrupción,
llenos los tribunales
de políticos imputados,
banqueros imputados,
sindicalistas imputados,
empresarios imputados,
y hasta infantas imputadas...
!demasiada codicia,
demasiado poder,
y escasa transparencia!.
Nada se salva del absoluto descrédito:
ni gobierno, ni oposición,
ni la banca, ni empresarios,
ni sindicatos, ni monarquía.
Es cierto que en los Juzgados de Palma,
un juez que tuvo que escribir
doscientos y pico folios
de imputación,
consiguió tomarle declaración
a una Infanta de España.
Es cierto que ella fué y declaró,
-con evasivas las más
de las veces-, pero declaró.
Es cierto que estuvo horas declarando,
que llegó en coche
con la sonrisa puesta
con la sonrisa puesta
de oreja a oreja,
y que con sonrisa de oreja a oreja
se marchó como había venido.
y que con sonrisa de oreja a oreja
se marchó como había venido.
Es cierto que todo ésto
es algo insólito y
excepcional en España;
pero es igual de cierto,
que en este país la Justicia
no parece que sea igual para todos.
Rajoy el visionario nos lo adelantó:
"le irá bien",
!lástima que no tuviera
el mismo olfato para
Bárcenas, Gürtel y compañia!.
La Justicia,
como la mujer del César,
primero debe serlo,
y además, parecerlo.